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sábado, 19 de enero de 2008

Viajes de cine

Roma, la ciudad eterna. Uno de los lugares de este planeta que no se puede dejar de visitar antes de abandonar este mundo.
Seguramente gracias a esta película, oscar de Audrey, es por lo que tengo tanta predilección por una ciudad.
Mi Salamanca, roma la chica, hace otra gran aportación y por supuesto la historia que empapa cada rincón y piedra de este santo lugar hace el resto.

Una de mis últimas pasiones es recorrer lugares que han sido coprotagonistas de una gran película y traer a la memoria los fotogramas a la par que vivo mi propia pelicula. E incluso visiono las segundas para desenmarañar los recuerdos de mi visita. Consiguiendo así una extraña mezcla de realidad y ficción que engrandece la experiencia vivida.
No me ha sido dificil escoger el nexo de unión para las primeras experiencias, Audrey. Esa candidez, dulzura, fuerza de voluntad, serenidad y complejidad a un tiempo, ...

Ay!, Audrey, qué placer es disfrutar de tu compañía y aprender de tí.

Personalidad comprometida y con una infancia dura, pero que con esfuerzo supo llevar su propio camino y dar ejemplo de constancia y entrega.
Y Roma, qué maravilla. Pasear por sus calles y aprender la historia de primera mano. Las piedras y los sentimientos son una fuente escandalosa de sabiduría.
Estuve 5 largos, pero escasos, días visitándola. Me llovió una tarde hasta decir basta, destrocé unos zapatos de tanto andar (hice jornadas de 8 de la mañana hasta las 12 de la noche visitando todo lo visitable y parando una hora para comer), soñé, reí y lloré lo inimaginable.
El Foro, El Coliseo, El Arco de Constantino, Los Museos Capitolinos, Las Plazas, Las Fuentes, ... Que hartazgo de Iglesias me dí y qué maravillas pude observar. Todos los estilos artísticos que existen tanto en arquitectura, escultura, como pintura. Caravaggio, Miguel Ángel por dar los más conocidos se embotaban en mi memoria. Luchaba por aceptar un trago más de cultura.
Más de 600 fotografías, y 30 minutos de vídeo, dan fe de lo que viví.
La ciudad de los gatos, Berrendita, un paraíso felino es aquello. Mírale que guapetón estaba éste tomando calorcito después de la lluvia a la entrada de la Domus Aurea (ruinas de la mansión de Nerón junto al Coliseo).
Y por fin llega el momento de hablar de lo más espectacular de todo: El Vaticano. Pude asistir a la última misa de Ramos de su Santidad Juan Pablo II -Santo súbito-. Qué emoción de experiencia vivida, probablemente el recuerdo más inmenso de toda mi vida. Y qué cerquita le tuve (un buen madrugón me costó).
Aún guardo, como oro en paño, el guión de la misa. Una misa extasiante por su duración y emotividad. Sin duda, me repito, un recuerdo inolvidable. Pocos días más y tras un año, falleció la persona que sin saberlo más ha hecho por mi creencia en Dios. Santo Padre, rogad por nosotros.
Luego está el templo y sus museos que son algo que no se puede describir, pero siempre me quedo con la experiencia-vivencia personal como lo más valioso de un viaje y encontrarse con Él hace sombra a todo.
Sí, querida Sra. Hepburn, sin duda un motor de mi turismo existencial, le agradezco su nada pretendida decisión de hacerme volar a conocer bellos lugares de este mundo nuestro. La siguiente fue Nueva York, pero eso será tema de otro día. De momento y como acto de excelsa devoción finalizo sin palabras. Solo su imagen, como muestra de mi gran pasión por la fotografía, me parece que puede poner fin a esta memoria que para nada me las hizo pasar moradas.
Mil besos, por siempre.

Memorias del recuerdo

Lo bueno y lo malo de la mente humana son los recuerdos.

Cuando la vida te impulsa a seguir adelante, cueste lo que te cueste, tu inevitable compañera es la memoria.
Memorias de experiencias marcadas a fuego.
Recuerdos de tu vida en sensaciones.
Reacciones del pasado que se hacen presente.
La lógica de lo vivido es traído, con frecuencia erróneamente, para resolver el presente, o plantear un futuro por explorar. Siempre la experiencia es un grado y el zorro viejo tiene mucho camino andado y muy curtido su pellejo.
Pero eso solo te es válido, y no siempre, cuando de mundanas cuestiones se trata.
Cuando los sentimientos son los que mandan, los recuerdos, las memorias del pasado son solo equipaje que sobra.
La vida, trasiego de moradas, acervo de recuerdos ...
El paso del tiempo, arañar la felicidad, poner los cimientos en tierra firme, confiar en Dios, amar y anteponer la familia a todo, limpiar la memoria y aceptar los recuerdos es el mejor modo de pasar las moradas.
Poner al día el almacén de memorias del recuerdo, sin eliminar nada de lo vivido, pero colocando cada cosa en su sitio, es una tarea obligada para que la vida no sea un continuo pasarlas moradas.