




Es un pueblecito a 20 Km de mi amada Salamanca: Alba de Tormes. Villa que da nombre a la más noble de las familias de España y del mundo: La casa de Alba.
Pero no es ésta la razón de mi visita, ni de mi cariño, ni de mi admiración. Pues no, no es ésta la razón. Es otra lo suficientemente intensa por la que no
me canso de ir. En ella reposan parte de los restos de la única mujer Doctora de la Iglesia. Persona que por su humildad, entrega y amor a Dios fue capaz de reformar la Iglesia desde lo más hondo y desde la mayor insignificancia que era su persona.

Su pensamiento encuadrado en el misticismo hace que sea admirada hasta por el más recalcitrante de los ateos. Prácticamente ninguna de sus frases pasa desapercibida. Y todo por una simple razón: hablan de amor y de un amor puro carente de cualquier vanalidad con la que se rodea el amor carnal humano.
Su sola existencia en esta santa villa impregna de apacibilidad la estancia en ella. Solo con divisar el torreón del homenaje del explosionado castillo del Gran duque de Alba en la guerra de la independencia) hace que la paz invada el espacio que me rodea.
Esa vista encuadrada en el ancho Tormes, esos vestigios de la Basilica inconclusa, sus playitas arenosas, su jardin mirador, sus iglesias llenas de historia trasnochada por el implacable paso del tiempo, su moderna y sonorizada Plaza Mayor, sus bares ribereños y riquísimas pastelerías, ...
Todo sin duda hace que respires paz. Pero sin duda la plazita, Oh Dios mío! su plazita. Con el convento de las Carmelitas Descalzas, con su hermano en la fe -San Juan de la Cruz-, con su museo, su tiendita y las dulces madres que las atendeis. Para vosotras, un recuerdo amoroso por vuestra paciencia, confianza y pausadas palabras de comprensión y sosiego.

Este apasionamiento me viene de antiguo y de familia: Tuve una tía Carmelita y tuve la suerte de estar en 1982 en la visita papal por el IV Centenario de Santa Teresa.
Como os digo me encanta pasear por Alba. Visitar su iglesia y notar la paz o escuchar a las monjas en su rezo. Ver en los ojos de las Madres la emoción de sentir que aprecias a su fundadora, su total entrega para enseñar la obra y el pensamiento de la Santa.
Y por supuesto no hay que olvidar la compañía. En los viajes he tenido ocasión de observar el recuerdo que dejan los lugares y en muchos he comprobado que solo queda mi experiencia carente de quien o quienes eran mis acompañantes. Sin embargo con Alba de Tormes siempre he tenido constancia de la compañía. Supongo que esa paz hace que incluso las malas compañías se doten de grato recuerdo.
Y para finalizar, porque me podría pasar media vida hablando de mi Alba y de mi compañía de viaje, me despido con unas rosas con espinas escritas por mi Santa. Por supuesto no he traido a estas líneas las resabidas:
Lo que te empujare a amar, hacedlo
La vida es una noche en una mala posada
Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte.
He cometido el peor de los pecados, quise ser feliz.
De devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor.
No son buenos los extremos aunque sea en la virtud.
Aunque las mujeres no somos buenas para el consejo, algunas veces acertamos.
Me he dado cuenta que no he hecho mención a ninguna película que nos sirva de apoyo para este viaje, asi que pondré la maravillosa serie interpretada por Concha Velasco y la reciente Teresa de Paz Vega. Que por cine no quede.
Y si alguien se lo pregunta, sí, mi blog -al menos en su nombre-, hace homenaje a su gran obra.
Doctora de la Iglesia, ruega por nosotros.