Pasan los días y al poco de celebrar su venida y su epifanía el juguetón calendario nos pone ante el camino de la Cuaresma.
Como dice un amigo mío: No ha nacido y ya lo estamos matando.
La Cuaresma. Un tiempo especial sin duda. Cargado de misterios y de sueños infantiles, de ayunos y abstinencias ante la mirada perpleja de conocidos, de misas penitenciales.
En definitiva una época de preguntas y a veces respuestas.
Un camino en el que puedes echar tus pasos al encuentro de la verdadera razón de la existencia de la fe en Dios.
La promesa cumplida de que el verbo se hacía carne y habitaba entre nosotros ya se nos ha hecho patente un año más, pero tal acontecimiento no hubiera pasado a la historia, no hubiese tenido ni una línea más que en el empadronamiento del emperador Augusto si no existiese la vida pública. En definitiva si aquel destinado a ser no hubiera aceptado su destino. En eso vive su grandeza, podría no haber muerto, ¿qué necesidad tenía de demostrar nada? Es Dios y a Dios nada le justifica su existencia pues Él es el justificante de toda existencia.
¿Qué necesidad tiene de sufrir y morir de muerte en cruz? ¿Porqué dejar derramar su sangre hasta el punto de manar agua? Es ahí donde está el sentido de la existencilidad de Dios. Sólo sabiendo a que extremos llega un hombre es cuando cobra sentido luchar por él o dejarlo a su mutua destrucción. Y Él decidió luchar por nosotros cuando nosotros luchamos contra Él.
Se limitó a darnos las pautas de trabajo, a indicarnos el camino, a dejarnos ver donde está la fuente viva de la vida.
Y resucitó, pero no para demostrar su poder, si no para decirnos dónde estaba y dónde nos espera. Para dar los últimos recadillos a aquellos que no entendieron a la primera. Para hacer ver a los que precisan meter la mano en la llaga.
Y es en rostros como éste en donde encuentro la paz que necesita mi alma, la fuerza que me levanta cada mañana cuando, si por mí fuera, muchos días me quedaría bajo la calida manta de mi cama que hace que todo valga.
Y así doy gracias a Dios por haber muerto por mi, por darme un arma de lucha y una coraza de esperanza. Por ser aquel que me lleva en sus brazos, maltrechos de tanto luchar por el hombre, cuando yo no tengo fuerzas para seguir caminando.
Por eso celebro la Pascua, por eso me regocijo con el Domingo de Ramos, la Domenica di palma de mi amado J.P. II, por eso me humillo en el Triduo pascual, por eso rezo procesionalmente con mis hermanos y sobre todo por eso asisto sin falta a celebrar la Vigilia Pascual.

Porque necesito abandonar las sombras de mi calvario y recibir la Luz de mi esperanza. Porque necesito de su fuego para que mi pábula fe se encienda cual cirio en día de viento.
Por eso y porque mi Santa Teresa me abrió el camino cuando dijo: "Poned los ojos en el crucificado y todo se os hará poco".
Y por no extenderme más os dejo un hermoso documento sonoro que recientemente descubrí entorno a la cruz. >>Gracias